Durante los últimos 30 años la
ciudad de Cali se ha posicionado a nivel nacional e internacional como “La
Capital Mundial de la Salsa”, título muy merecido desde la perspectiva de que
en la ciudad se han cultivado y conservado de manera recurrente y disciplinada
a través de la expresión cultural de la melomanía y el coleccionismo, los
productos musicales de los grandes maestros de Cuba, Puerto Rico y Nueva York
reforzando en la ciudad el culto, repito, totalmente justificado por el género
salsero como parte de la identidad del caleño, pero generando también un manto
que oculta de manera incomprensible los productos musicales que en la ciudad se
producen constantemente con muy buenos estándares de calidad musical y técnica.
Son escasos los ejemplos de
bandas locales de salsa que hayan logrado posicionar su producción en las
listas de reproducción de las emisoras de la región sin tener que recurrir a
prácticas perversas como la “payola”, reservada además, para aquellos con
acceso a recursos económicos importantes, pues no resulta para nada barata y
tampoco garantiza que el personaje con el que se establece la negociación
cumpla lo comprometido. Algunas propuestas musicales han logrado posicionarse y
exhibir sus productos de manera amplia, luego de un trabajo arduo en barrios,
grilles, salsotecas, emisoras virtuales y Dj´s de la ciudad, llegando primero a
los oídos de la gente y más tarde a la de los locutores y programadores,
generando una presión de abajo hacia arriba. “Sonando el Tambor” de
Clandeskina, (https://youtu.be/wU52X9duq6U),
es tal vez el caso emblemático que ilustra esta afirmación en los últimos años.
Cabe anotar además que “La
Capital Mundial de la Salsa” presenta una serie de deficiencias en lo relacionado
a circulación y exhibición de productos musicales puesto que los espacios para
tocar son limitados siendo Zaperoco, Punto Baré y La Topa Tolondra los únicos
sitios que cuentan con programación de música en vivo permanente, aparte de que
realizar espectáculos en espacio público es supremamente costoso y dispendioso,
(tramitar 18 permisos y pagar derechos por más o menos cuatro millones de pesos
solo para que sea autorizada la realización del evento).
Queda entonces a las agrupaciones independientes
recurrir a estrategias que partan de la creatividad, para lograr que el público
conozca y se apropie de ésta música, producida en muchas ocasiones sacrificando
y poniendo en riesgo el patrimonio de los directores de banda, sacrificios que
finalmente son olvidados incluso por sus mismos creadores, lo cual supone un
nivel de frustración muy grande y un desperdicio de recursos importantes
también.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario